(Puedes escuchar el cuento o descargártelo)
Un día apareció en las calles del país un bichito que metía mucho, pero que muuuucho miedo a la gente mayor. Y los que hacían las leyes le declararon la guerra al bichito y obligaron a todo el mundo a quedarse en su casa. Bueno, a todo el mundo, no. Había cosas muy importantes que no se podían hacer desde casa: algunos adultos podían salir a trabajar para que al resto no le faltara comida, y otros podían salir a los hospitales a cuidar a la gente enferma, y otros podían salir a pasear a los perros. Pero las niñas y los niños no podían salir. Nunca.
Al principio fue divertido estar en casa encerrados pero, a las dos semanas, las lágrimas acudieron a los ojos de las niñas y niños y el amor a los corazones de sus mamás y papás.
–Esto ha sido, sin duda, un despiste – pensaron las mamás y los papás.
-Quizás los que han hecho esta ley no tienen hijos o, quizás, sus casas son tan grandes que tienen calles, parques y campos de fútbol dentro de ellas, y sus hijos pueden jugar ahí.
Así que las madres y los padres le pidieron a sus criaturas que expresaran cómo se sentían encerradas en casa: pintando, escribiendo, grabando un video o un audio… Y enviaron todos esos mensajes a todos sus contactos, con la esperanza de que, finalmente, llegasen a alguna persona que pudiera hacer un poquitín para que se cambiara la ley.
Pasaron 5 minutos y los niños preguntaron: “¿falta mucho para que cambien la ley?” Y las madres y padres le preguntaron a sus contactos: “¿falta mucho para que cambien la ley?” Y sus contactos le preguntaron a los que podían hacer un poquitín por cambiar la ley: “¿falta mucho para que cambien la ley?”
-Vaya, no sabíamos que las criaturas lo estaban pasando tan mal -contestaron los que podían hacer un poquitín. Supieron que, además, los niños y las niñas estaban agobiados por los deberes del cole. Pero no funcionó.
–Nos han comunicado que una ley es algo muy serio, no se puede cambiar así porque sí – contestaron los contactos de las mamás y papás.
–Cariño, dicen que es muy difícil cambiar la ley – contestaron las mamás y papás a sus hijas e hijos.
Las lágrimas volvieron a acudir a los ojos de las niñas y niños, pero a los cinco minutos ya estaban enviando más testimonios de su sufrimiento, como aquella niña que había dejado de comer.
-¿Falta mucho para que cambien la ley? – volvieron a preguntar. Y los papás a sus contactos, y éstos a los que podían cambiar las cosas un poquitín, que agobiados por tanta pregunta y conmovidos por los testimonios, se atrevieron a preguntarles a los que podían hacer un poquitín más.
–Realmente es triste lo que están viviendo, pero no se pueden cambiar las leyes – respondieron los que podían hacer un poquitín más.
–Nos dicen que no. No es posible cambiar la ley – respondieron los que podían hacer un poquitín.
-No parece probable – respondieron los contactos a las mamás
–Cariño, dicen que es casi imposible– dijeron los papás con un nudo en la garganta.
A los 5 minutos, niños y niñas volvieron a preguntar: “falta mucho para que cambien la ley?”
Por arte de magia, los mensajes de las criaturas fueron llegando a mucha gente. Y estas personas, que podían hacer un poquitín para cambiar la ley, se los reenviaban a mucha otra gente que podían hacer un poquitín más. Y comenzó un maravilloso río de mensajes: las personas que podían hacer un poquitín más contactaron con quienes podían hacer un poco, y estos reenviaron los mensajes a quienes realmente podían hacer algo y, poco después, los mensajes llegaron a los poquísimos que podían hacer mucho y, finalmente, los mensajes de todas las criaturas llegaron a la persona del gobierno que podía hacerlo todo. Todo, todo. Incluso, cambiar la ley.
-¿Es que nadie puede hacer que esas dulces criaturitas se estén quietecitas y dejen de preguntar cuánto falta para cambiar la ley? – bramó por televisión, muy enfadada, la persona que podía hacerlo todo – estamos muy ocupados guerreando contra el bichito. Que se enteren todos los niños y niñas del mundo: “no se puede cambiar la ley, y es por vuestro bien”.
-El mensaje llegó a todas las niñas y niños del país y, como sabian distinguir, perfectamente, lo que era por su bien y lo que no, comenzaron a dibujar niñas paseando con sus padres, con muchísimo cuidado de no toparse con el bichito, o niños acompañando a sus papás cuando sacaban a sus perros, y personas del vecindario haciendo turnos para salir con las criaturas y no toparse por la calle, … Y así, millones de estos dibujos y mensajes llegaron a la única persona del gobierno que podía cambiar la ley.
Y la cambió.
Y colorín colorado, este cuento ha comenzado.